viernes, 6 de marzo de 2020

Los historiadores de Tortosa con respecto a los Códices

IV. 

Los historiadores de Tortosa con respecto a los Códices. - Vicisitudes que estos han pasado.

Hemos dicho que en los tiempos que nos han precedido, hubo épocas en que no ofrecieron de mucho el interés que ahora ofrecen los antiguos Códices. Y no sólo con respecto a las personas de instrucción escasa, sino aún refiriéndonos a escritores distinguidos, algunos muy hábiles por cierto en materias de historia y de arqueología.

Comenzando por Despuigque es el historiador más antiguo de Tortosa, obsérvase, como a buen hijo de esta ciudad, el entusiasmo con que describe en sus «Coloquios sobre Tortosa» escritos el año 1557, todo cuanto enaltece a su patria, fijándose muy principalmente en la catedral, cuya historia resume, explicando todo lo que contiene de notable; pero nada absolutamente dice de los Códices. Lo mismo sucede con Martorel, hijo también de esta ciudad; y eso que en su historia de Tortosa publicada el año 1626, trata muy extensamente de toda la parte religiosa, ocupándose mucho en la catedral.

D. Antonio Cortés Canónigo de la misma, en los fragmentos de la Historia de Tortosa, que envió manuscritos a la Real Academia de la Historia el año 1747, manifestó ser un arqueólogo distinguido, por el modo tan erudito con que descifra y explica las inscripciones de las lápidas y monedasreferentes a la historia de esta ciudad; y nada dice tampoco de los Códices de la catedral, aún cuando como Capitular tenía fácil ocasión de examinarlos.

Pero todavía es más digno de notarse, que dén tan pocas noticias los insignes escritores P. Florez y P. Risco en su «España Sagrada»; y aunque el P. Villanueva en el tomo V de su «Viaje literario a las iglesias de España» hace mención de algunos Códices de esta iglesia, son en número muy escaso los que cita, a pesar de que dice haber registrado el archivo, para buscar datos referentes a la cuestión de si San Rufo fue el primer Obispo de Tortosa.

Además tanto el P. Villanueva como el P. Florez y el P. Risco, estuvieron mucho tiempo en esta ciudad, dedicados exclusivamente a examinar el archivo capitular, donde hallaron documentos muy interesantes para la historia, que copiaron en sus obras, y forman hoy día un verdadero repertorio histórico.

Es de creer, pues, que en tantas investigaciones como practicaron en el archivo y demás dependencias de la catedral, les vendrían muchas veces los Códices a las manos; y también es probable que algunos fueron objeto de su estudio, para indagar noticias relativas al fin que se proponían en su excursión literaria. Ello no obstante, es muy poco lo que se ocupan en este asunto. 


Esta actitud de los historiadores, y el estar los Códices confundidos algunos siglos en la gran multitud de libros manuscritos y otros documentos del archivo, ha podido contribuir a que sin culpa de nadie, se hayan perdido muchos de ellos, especialmente teniendo en cuenta que después del
inventariopracticado a mediados del siglo XV, no se sabe que se hiciese otro. Por otra parte, en los diversos cambios que han sufrido todas las dependencias de la catedral en el trascurso de los siglos, los Códices debieron trasladarse varias veces de un sitio a otro, y esto ofrece siempre peligros de extravío.

Consta también en las actas del archivo capitular, que en la dominación de las tropas francesas que hemos mencionado;, y que duró desde el año 1811 al 1814, la autoridad militar con cualquier pretexto disponía que fuesen ocupadas las oficinas de la catedral. Así es que el lugar donde estaba la Secretaría capitular, se destinó algún tiempo por los francesespara hacer allí cartuchos de guerra.
Con esto puede calcularse lo fácil que era entonces apoderarse de cualquier libro o Códice, no precisamente como un objeto de robo, sino tan sólo por el deseo de destruir, según sucede en casos semejantes, sobre todo cuando nadie se atreve a impedirlo.

Tales accidentes y otros que habrán ocurrido, explican la causa de haber tantos Códices mutilados, en los cuales faltan alguna o algunas hojas. También ha podido influir la acción del tiempo, y la especial forma de las encuadernaciones de estos libros, pues casi todas eran de madera; de ahí que al trasladarse de un sitio a otro, especialmente si era de gran peso el Códice, se desencajasen del mismo algunas hojas.

Hace pocos años fueron encuadernadosde nuevo estos Códices, con lo cual se ha asegurado para largo tiempo su conservación.

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Los Códices como medio de instrucción del clero

III. 

Los Códices como medio de instrucción del clero. - Inventada la imprenta perdieron casi todo su interés.

Para manifestar la grande solicitud que tuvo la iglesia de Tortosa desde los tiempos más remotos en la instrucción del clero, bastará citar un documento que podemos llamar oficial.

A los diez años de haber sido reconquistada esta ciudad, o sea el 1158, se dictó la primera Ordenación relativa a la organización de esta iglesia; titúlase Prima Ordinatio Ecclesiae Dertusensis. En el mismo año otorgó el Cabildo de Tortosa una carta de concordiao hermandad con el Cabildo de Tarragona; y entre los varios puntos que comprende hay uno que dice, que cuando un canónigo de Tarragona viniere a Tortosa, además de admitírsele en el coro y en la mesa de la comunidad, se le admitiese también a las conferencias que se daban en el claustro de la iglesia. Prueba esto que el Obispo y el Cabildo (que entonces vivían juntos en el convento o casa de la iglesia) atendían de un modo muy principal a la instrucción y al estudio, toda vez que sin desatender las obligaciones de su cargo, tenían conferenciasliterarias, collationes, en el claustro de la catedral.

Esta idea tan laudable sobre la instrucción del Cabildo y clero, no sólo no disminuyó en la iglesia de Tortosa en el transcurso de los siglos, sino que de cada día fue en aumento. Lo manifiesta una constitución que en 20 de mayo del año 1435 dieron el Obispo D. Otón de Moncada y el Cabildo. Acordóse en ella, que nadie pudiese obtener en la catedral de Tortosa Canongíao Dignidad, que no fuese Doctor o Licenciado en Teología o en Derecho civil y canónico, o al menos Bachiller en Teología.

Todo revela la suma importancia que en esta iglesia se daba a la ciencia, que si es necesaria en todas las profesiones, se requiere de un modo especial en el clero. Para prepararlo debidamente a fin de que pudiese seguir los estudios superiores, consta en un acta capitular del 26 de mayo del año 1498, que el Cabildo pagaba un Profesor que tenía a su cargo la enseñanza de gramática y humanidades; siendo de notar que este Profesor un mes antes de comenzar el curso, debía presentarse al Cabildo, o sea a una comisión del mismo, pera notificarli les llisons del any sequent; que es como ahora diríamos, para enseñarle el programa y aprobarlo si estaba conforme.

Este dato sirve para confirmar el punto que nos ocupa, a saber, que la adquisición de los preciosos Códices que en los siglos pasados constituían la Biblioteca de la catedral de Tortosa, estaba en su misma organización, en la cual se daba un lugar muy preferente a la instrucción del clero. Y aunque no consta de un modo tan expreso sobre los demás estudios, sábese que se daban todos los necesarios bajo la protección de la iglesia.

Atendiendo, pues, a que los Códices eran un elemento indispensable para este objeto, no hay que extrañar la suma diligencia que puso la iglesia de Tortosa por adquirirlos y conservarlos. Cuando los canónigos vivían en comunidad y cada uno tenía su respectivo cargo, como sucede ahora con los religiosos, solían hacerse inventarios de todos los objetos que pertenecían al Cabildo. Entre estos objetos estaban los Códices o libros.

De dichos inventarios se conserva uno en el archivo capitular, que es del año 1458. Al examinarlo llama la atención desde luego el número tan considerable de Códices que entonces había en esta iglesia, mucho mayor del que hoy día existe. De modo que en el largo transcurso de los tiempos han debido perderse muchos; y decimos perderse, porque la desaparición de tantos Códices no puede atribuirse a infidelidad ni a descuido de los encargados de su custodia, sino que principalmente se debe a las corrientes de algunas épocas que nos han precedido, en las que no había de mucho el gusto y la afición de ahora de conservar e investigar los objetos arqueológicos.

Así se explica que cuando se descubrió la imprenta, y los libros ya pudieron adquirirse con más facilidad y economía, quedaron los Códices retirados en los archivos y bibliotecas de las catedrales; de igual modo que en la actualidad se retiran en los parques de guerra los armamentos antiguos, que han sido reemplazados por otros modernos y más útiles.

Estuvieron, pues, los Códices algunos siglos en la biblioteca de esta catedral, sin hacerse ningún uso de ellos; y a pesar de tener un notable valor histórico, y ser muchos de ellos de gran mérito aún como objetos de arte, se comprende que no excitaron la codicia de nadie. Prueba de ello es, que en los graves conflictos que ha pasado esta catedral, especialmente en la entrada del ejército francés en el infausto día 12 de julio del año 1648, aunque consta que el ejército invasor se apoderó de muchas alhajas y reliquias de la iglesia nada se dice de los preciosos Códices del archivo.

Lo mismo sucedió cuando el sitio del año 1810, y en la entrada de las tropas de Napoleón I en Tortosa el día 2 de enero de 1811. Entonces consta que luego que comenzó a prepararse el sitio, dispuso el Cabildo que un buen número de alhajas se enviasen a Peñíscola,donde se conservaron hasta que pasó el peligro. Las demás se escondieron con grandes precauciones y pudieron salvarse; pero nadie pensó en tomar ninguna precaución respecto de los Códices, y continuaron seguros en el mismo lugar del archivo donde estaban.

Ocurrió además un suceso digno de mencionarse por lo que se refiere a nuestro objeto. Entre las varias notas que existen en el archivo de esta catedral referentes al tiempo de la dominación francesa, hay una que dice, que el Comisario de Policía del gobierno francés, obedeciendo órdenes
superiores, hizo un escrupuloso registro en la catedral los días 27 y 28 de julio del año 1812, pidiendo al efecto las llaves de todas las dependencias que reconoció con la mayor minuciosidad.

Desde luego se puede suponer que registró también la biblioteca, y vio los libros o Códices que ocupaban algunos armarios; mas no debieron llamarle la atención, ni excitaron su codicia, pues no consta que las autoridades francesas se apoderasen de ningún Códice; y eso que como es sabido, los franceses se llevaron muchas alhajas y otros objetos de las iglesias y de los particulares, donde no las pudieron poner a salvo.

Esto confirma lo que se ha indicado antes, respecto a que en ciertas épocas no había de mucho la afición de ahora a los Códices antiguos, y de ahí que no se les diese el mérito y el valor que realmente tienen.

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